abril 19, 2007

Fragmento de la charla de Alberto Marchilli, octubre de 2006

Alberto Marchilli estuvo con nosotros el Sábado 28 de Octubre de 2006.
Aquí publicamos un fragmento de la charla de Alberto Marchilli "Acerca de la Pulsión".

... "Saben que la pulsión tiene cuatro términos: la zona erógena, el fin, el empuje y el objeto. Lo que nos interesa ahora es solamente pasar por acá para recordar que estos cuatro términos a diferencia de lo que sería un instinto -y esto es bien claro en Freud- son disjuntos, es decir, no tienen nada que ver uno con el otro, no armonizan nunca, y esto es lo que caracteriza a la pulsión. Quiero decir, no hay un objeto en el que se cumpla el fin que sea adecuado a la zona para que la perentoriedad se calme. Por otro lado, esta pulsión podría decirse que trascurre fuera del psiquismo, podría decir no, esto es lo que dice Freud. Si prestamos atención vamos a ver que Freud una y otra vez dice, por ejemplo, cuando hablaba de la masturbación y del autoerotismo; pero también hablando de la pulsión que trascurre libre de representaciones en algún punto, lo que dice es que no es psíquica. Y resulta de todo esto que solamente hay algo psíquico –si quieren o si tienen alguna duda de esto después les leo citas-, lo psíquico es cuando ya se ha convertido esto en la fantasía.
La otra cuestión es ¿la pulsión es inconsciente? Porque la fantasía en términos de Freud sí lo es, la pulsión -ahí dice Freud- es un concepto límite entre lo somático y lo psíquico. Digo esto porque me parece que hay que acentuarlo mucho, de las definiciones que da Freud entre lo somático y lo psíquico. Digo esto porque me parece que hay que acentuarlo y mucho: de las definiciones que da Freud de la pulsión esto del concepto límite porque, por ejemplo, en matemáticas un límite es algo que no pertenece a un conjunto, los números irracionales son límite para los reales porque se excluyen del conjunto para de los números reales. Si la pulsión es un concepto límite entre lo psíquico y lo somático, podemos ver ahí por qué Lacan se sirvie del ocho interior. Todos creo que lo deben conocer: dos discos superpuestos cocidos en unos pocos puntos, en verdad tienen que ser dos como mínimo. Pero estos puntos -no me atrevo a decir ‘son’ porque es imposible- representan en el espacio de tres dimensiones al infinito del plano proyectivo -no importa si alguien no lo conoce, simplemente imaginen dos discos pegados por un punto, para hacerlo más fácil, que fuera ilocalizable en el espacio, es decir, más bien un agujero. Uno de los discos es la realidad sexual (más allá de la imaginación que siempre corre cuando Lacan dice ahí la realidad sexual, es la realidad sexual), esto es la sexualidad biológica que solo tiende a la reproducción y al mantenimiento de la especie. Del otro lado, el otro disco, es el inconsciente pensado allí como demanda, esto es, la demanda, el rasgo unario, la diferencia, la imposibilidad de alcanzar la identidad de percepción –si quieren-, y con esto el funcionamiento mínimo o básico, de lo que va a dar lugar luego a toda la retórica. Entre el inconsciente y la realidad sexual, es que se abre este agujero que es la pulsión, y está producido en nuestra práctica, podríamos decir, no reabierto porque está abierto y es una herida que nunca cierra, sino que puesto en cuestión en nuestra práctica por el deseo del analista. Con esto quiero decir, es en el deseo del otro que ese agujero se ha originado, y es a esto a lo que alude Freud con el origen de la masturbación.

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